Te acuestas y ves en la cabecera de tu cama su nombre pintado con permanente y tu cabeza recuerda inconscientemente el momento en el que él cogió ese rotulador, pintó su nombre y te dijo: "Ala, firmado, para que te acuerdes de mí". Y vaya que si te acuerdas, todos los días, en todo momento, a cada segundo. Y cada vez que ves su nombre ahí pintado te acuerdas de ese momento y de que ese día, durante cierto periodo de tiempo,
él era la razón de tu felicidad
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