sábado, 2 de febrero de 2013

sí, le quería

-Y tú... ¿le querías?
+ ¿Tú qué crees?
- Bueno, no lo sé...
+ Escucha, si no le quisiera, no me hubiera acostado todos los días que el salía con lágrimas en la cara por miedo a perderle. Si realmente no le quisiera no le habría perdonado todo lo que hizo, y le hubiera reprochado a la mínima las cosas que hacía mal, en cambio no lo hice. Te puedo prometer que me enfadaba muchísimo, preparaba en mi cabeza un discurso sobre cómo debería tratarme y lo que no le iba a permitir, sin embargo, cada vez que le veía mi mente apartaba todo eso de mi cabeza para disfrutar lo máximo con él. Si de verdad no le hubiera querido no me hubiera rajado su inicial en la cadera, ni tampoco hubiera decorado mis libros con su nombre. Y te digo que todavía me saco los pañuelos de los bolsillos por si por alguna casualidad él vuelve a meter su mano en mi pantalón.
- Vaya, y dime, ¿le sigues queriendo?
+ Sí, eso creo,intento creerme que ya me he olvidado de todo, pero ¿a quién voy a engañar? ¿a mí misma? eso no sirve de nada. Le quise, muchísimo, e hice por él lo que no hice por nadie, y le sigo queriendo a pesar de todo. Y me revienta decirlo pero, por más que lo intente, va a ser imposible dejar de hacerlo.

sin embargo, lo hiciste

Y estás en lo más profundo de un pozo sin fondo y, al parecer, hacerte daño físico a ti misma te desahoga. Sin pensarlo agarras un tornillo que se había caído de tu cama. ¿Pincha? si, lo suficiente, podría valerte. Te remangas las mangas del jersey de tu abuelo, las cosas podrían ser diferentes si él aún estuviera contigo, en fin. Ese pensamiento no te detiene y continúas. Y pones ese tornillo en contacto con tu piel y comienzas a dibujar lineas a lo largo de tu antebrazo, unas sangran, otras no tanto; y continúas. Te duele pero no más que todo el dolor que tienes dentro de tu cuerpo. Y se acabó, no más hay sitio en tus brazos para una recta o raja como queráis llamarlo. Los miras, joder, lo acabas de hacer y ya te arrepientes, lloras, pero eso ya no sirve de nada. Esta vez te has pasado. Vas al baño y te maquillas de forma que disimule el desastre que has causado. Pero eres consciente de que el maquillaje tapa las heridas externas, las internas ya no se curan. Te arden los brazos, duele, una vez más has incumplido la promesa que te haces siempre que esto sucede: No me merecen,soy una tía increíble, prometo que jamás lo volveré a hacer. Sin embargo, lo hiciste.